El arte de ser diferentes
Cuántas veces veo en consulta a parejas que, por no aceptar las diferencias entre ambos, prefieren lastimarse con comportamientos o comentarios que provocan que el otro se sienta infravalorado o simplemente inferior.
Es bien cierto que dentro de la danza de pareja muchas veces encontramos conductas y pensamientos que no son afines a nuestros criterios; sucede que a veces tenemos tanta ansia de amor que vemos en el otro sólo aquello que imaginamos, y creemos que nos enamoramos verdaderamente cuando, en realidad, no estamos viendo al otro sino a nuestro propio deseo de que el otro sea la persona que ansiamos. Sin embargo, más tarde o más temprano descubrimos al otro real y caemos en la cuenta de que nos habíamos enamorado de nuestra propia proyección.
A veces inventamos el amor y luego sufrimos cuando nuestra fantasía se desmorona.
La maravillosa etapa del enamoramiento está cargada de intriga, misterio, pasión y complicidad. Durante ese período no observamos las imperfecciones de nuestra pareja -y puedo asegurarles que la otra persona siempre da indicios de su forma de ser-, pero estamos tan cargados de euforia que no percibimos que justamente eso que nos llama la atención por ser tan diferente a lo que estamos acostumbrados es lo que más adelante hará que nos sintamos engañados.
Por este motivo todos en algún momento hemos escuchado a nuestra pareja decir que ya no somos más que una sombra de cómo éramos al inicio de la relación.
El problema surge cuando nos empeñamos en que la otra persona vuelva a ser como era antes y nos devuelva todo ese romanticismo que, como verán en el transcurso del artículo, solo se vive en una maravillosa primera etapa a la que me gusta llamar “ilusión”, pues el amor real es aquel que está preñado de imperfecciones, sacrificios, entrega y respeto.
Para muchos individuos es necesario estar sintiendo todo el tiempo la ilusión del comienzo, pero esto no es la realidad; se necesita más que una explosión de adrenalina para que una relación se mantenga y perdure.
Una de las condiciones para que la relación de pareja aflore de forma sana y funcional es no querer complacer al otro como estrategia para convencerlo de que debe amarnos ante cualquier situación.
Otra condición es entender que nuestra pareja no está para llenar nuestros vacíos; que a veces entendemos que su rol es ser gasolinera donde cada vez que sintamos necesidad podemos ir a llenar nuestro tanque.
Amigo lector, trata de no pensar solo en ti mismo; ábrete a la posibilidad de ponerte en los zapatos de tu compañero e inicia la aventura de recorrer juntos un mundo de creencias nuevas, donde se incorporen las de ambos. Tómate el tiempo de descubrir cómo es el otro y verás que esas diferencias pueden llevarlos al deseo de mejorar la vida en pareja.
Ante todo, siempre celebren las cosas maravillosas que ambos han descubierto en el transcurso de la relación.